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Sobredosis de pantallas

Querida Inés

 

Me divierten mucho tus crónicas del apocalipsis. Me llevan a la reflexión, además.

 

Cuando mis hijos eran pequeños tenían un sistema para calificar a las personas. Las imaginaban en un apocalipsis zombi y medían sus habilidades según su utilidad en el caos.

 

La capacidad para correr, por ejemplo, estaba en el top. Otras destrezas más domésticas para la supervivencia, como cultivar, cocinar o reparar aparatos diversos, eran virtudes apreciadas también.

 

Escribir no sé cómo lo habrían medido, así que desconozco si tus conocimientos de copywriting te habrían puesto alta en la escala zombie. Sin embargo, apuesto a que el entrenamiento para argumentar y convencer te daría muchos puntos. Hasta un muerto viviente se deja seducir por una buena frase y podría salvarte la vida.

 

No estamos en un capítulo de The Walking Dead, pero hay muchas similitudes. El encierro, la imposibilidad de producir en circunstancias normales, la convivencia extrema, el miedo al contagio, y todo esto a escala global, nos acercan bastante al espíritu de esas ficciones. 

 

Cada familia confinada en su propia casa se enfrenta a unos retos de liderazgo dignos del sheriff Rick evitando a los difuntos caminantes.

 

El jueves pasado nos citamos a hablar de nuestros adolescentes en uno de esos bares para ciclistas que abunda(ba)n en el barri vell de Girona (andar en bicicleta es una de las actividades expresamente prohibidas) y nos pedimos un latte de cúrcuma y remolacha respectivamente.
 

Éramos semi conscientes de que sería nuestra última salida en semanas y bromeábamos sobre ello, pero si hubiésemos tenido la certeza de que era así, al menos nos habríamos pedido una cerveza artesana en el pub irlandés. 
 

Se me vienen cien tangos a la cabeza con despedidas y tal, pero “el último café” perdería mucho de su poesía si se llamase “el último chai latte”.

 

Y en este contexto me pregunto cómo aplicar el minimalismo digital, la filosofía de Cal Newport que busco hace años y que él ha sabido plasmar tan bien en su libro. 

 

En el fondo siempre recurro a la Teoría de la Comunicación y aquellos básicos que estudié en el siglo 20. Pienso,  por ejemplo, en el efecto narcótico de los medios que postularon Lazarsfeld y Merton. 

 

Más de setenta años después tiene vigencia total (los he buscado en la pestaña de al lado, no me las daré de memoriosa)  esto que dicen:

 

“La exposición a esta avalancha de información puede servir para narcotizar en lugar de energizar al lector u oyente promedio. A medida que se dedica una cantidad cada vez mayor de tiempo a leer y escuchar, hay una parte cada vez menor disponible para la acción organizada.”

 

A ver.

 

Estos días podemos valorar más que nunca el privilegio de internet.

 

¿Cómo habría sido el confinamiento en 1980? ¿Sin tiendas online ni directos de instagram, sin grupos de whatsapp familiares ni apps para controlar los síntomas del coronavirus?

 

Mucho más difícil sin duda. Mucho más aburrido. A lo mejor más tranquilo. Incluso es probable que sin tanto transporte ni información se hubiese quedado como un virus más en un pequeño pueblo chino. 

 

Imaginar esta hipótesis sería hacer ciencia ficción retrospectiva (¿existe o me acabo de inventar un género literario?). O quizá sería válido recordar cómo se manejó la crisis del Sida.

 

Gracias a internet, y que básicamente me dedico a ayudar a otras personas con sus proyectos online, es que estos días estoy trabajando casi con normalidad.

 

Sin embargo, me parece más esencial que nunca plantearnos las preguntas fundamentales de Newport:

 

¿Qué tecnología uso? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Esto sirve a mis propósitos? ¿Va en la dirección de mis valores?

 

Esta semana, en su blog, mi querido gurú Cal propone dos cosas básicas: 

 

  • Elegir un medio confiable nacional, otro local y leer las noticias sobre el virus por la mañana; el resto de las horas (esta es la parte difícil) dejar de informarnos. Si hay algo importante que nos afecte, ya nos llegará por mensaje o teléfono.

  • Enfocar nuestro tiempo en acciones basadas en el valor. “Sirve a tu comunidad, sirve a tus hijos, sírvete a ti mismo (cuerpo y mente), produce un buen trabajo”. Esto no significa abandonar la tecnología sino usarla con intención.

 

Este profesor de computer science americano (ni idea cuál es su equivalente por aquí) apela a lo mismo que su compatriota sociólogo y el matemático vienés (o sea Lazarsfeld y Merton, cuánta testosterona, madre mía):

la acción.

 

Acción, agrego yo, entendida como hacer algo útil para tu vida y la de los demás en lugar de quedarte paralizada por la (sobre)información. 

 

Acción puede ser, en este sentido, irte a dormir la siesta. Poner música y bailar. Aprovechar una clase de yoga online. Hacer pan casero con tu hijo y galletas de avena con tu hija. Leer. Limpiar una alacena de la cocina. Acabar esos trabajos de fondo para los que nunca hay tiempo. Poner al día tu web. Plantar semillas de tomate en tu balcón.

 

De la no acción, el wu wei, hablamos otro día.

 

Estoy ochentosa a más no poder y escucho “Sobredosis de TV” de Soda Estéreo, que bien podría llamarse “sobredosis de instagram” y sería hit.
“Acuéstate, levántate, apágalo, enciéndelo, no puedo seguir así, oh, no”.

 

La banda Virus hoy daría un concierto solidario virtual cantando aquello de “ Escucharte a mi lado hablar / Aunque estemos distantes / Tengo que ordenar / Esta situación / Quiero estar libre / Para un nuevo amor.”  ¿Los llamarían oportunistas?

 

Ya ves que a mí se me ha dado por pensar y escribir sobre mis ideas aleatorias. Escribir es una acción imprescindible en esta emergencia y cualquiera.
 

Prometo que cuando todo esto acabe nos tomamos al menos un gin tonic, nada de leche de avena ni condimentos amarillos.
 

Un abrazo virtual

Pd:   Inés Díaz, Copywriting de Guerrilla, escribe un email por día, te puedes suscribir aquí. 

Mi playlist ochentosa

 

Sobredosis de TV

 

Soda Estéreo

 

Estoy desesperado

Soy tan vulnerable a tu amor

Ella ya se ha ido

Un hueco en mi habitación

Mis labios siguen fríos

He perdido la fascinación

Sus rasgos son escombros

Detienen mi respiración

Acuéstate, levántete

No puedo seguir así, oh, no

Apágalo, enciéndelo

No puedo seguir así, oh, no

Sobredosis de tv

No creo poder resistir

Y un aire demasiado tenso

Si al menos estuvieras aquí

Mi cuerpo procesado,

Al ritmo de su corazón

Estoy desesperado

Soy tan vulnerable a tu amor

Acuéstate, levántate

No puedo seguir así, oh, no

Apágalo, enciéndelo

No puedo seguir así, oh, no

Acuéstate, levántete

No puedo seguir así, oh, no

Apágalo, enciéndelo

No puedo seguir así, oh, no

Acuéstate, levántete

Apágalo, enciéndelo

Acuéstate, levántete

Apágalo, enciéndelo

No puedo seguir maquinándome

No puedo, no puedo

No puedo seguir maquinándome

No puedo, no puedo

No puedo seguir maquinándome

Oh no puedo, uh no

No puedo, no puedo

 

Amor Descartable
 

Virus

 

Encontrarte en algun lugar

Aunque sea muy tarde

Tantos odios para curar

Tanto amor descartable.

 

Escucharte a mi lado hablar

Aunque estemos distantes

De este mundo tan poco sensual

Que no pudo aliviarme.

 

Vos sos mi obsesión

Quisiera atraparte

Vos sos mi destrucción

No puedo dejar de pensar

 

Tengo que ordenar

Esta situación

Quiero estar libre

Para un nuevo amor

Me encantan las cartas y a estas las escribo para mis amigas. No son "newsletters" sino algo así como "old-letters".

Te invito a responderme cuando algún tema toque una tecla en tu interior. Estas líneas son la excusa para  un diálogo.

Dejarme tu email es fácil y gratis y, si mis cartas te hacen perder el tiempo, salirte de mi lista es aún más sencillo.

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