Sobre mí

Crear. Vencer el pánico de la hoja en blanco.
Mostrarse. Conquistar al temor escénico.

Soy Andrea Secchi y en este instante tengo que trascender mil resistencias para escribir la página que se titula “sobre mí”.
Siempre es más difícil aplicar a una misma lo que es sencillo ver en los demás,  porque a esto mismo me dedico:

Acompaño a otras mujeres en su proceso de crear algo único

y en su desafío de mostrar lo que hacen, para así vivir de lo que mejor se les da.

Mi tarea (lo que mejor se me da, y de lo que vivo) es apoyarlas desde la comunicación, especialmente desde su faceta más técnica.

Les ayudo a amigarse con esas herramientas informáticas, a veces enigmáticas, que necesitan para su proyecto.
Al poco tiempo hablamos de campañas y entradas como si fuese nuestro lenguaje común desde siempre.

Ellas son las directoras, las actrices, las guionistas de su propia película. Yo colaboro con el vestuario, la fotografía o el montaje, que la hacen materialmente posible.

Usamos mucho papel y lápiz antes de lanzarnos al ordenador. Cuando empezamos a diseñar juntas una web o una estrategia de emails, se abre un universo:

“Quién soy. Qué ofrezco.
En qué puedo ayudar. A quién puedo ayudar.
Cómo se convertirá esto en un ingreso para mí.”

Preguntas, aparecen un montón; respuestas, las imprescindibles.

El siguiente paso es aprender a tocar: la música precisa cuerdas, teclas, maderas, metales, una voz… para salir del alma y ser escuchada.

Buscamos el instrumento a la medida de cada artista y de su audiencia.  

La autonomía es un valor básico en el trabajo que hacemos en equipo y por eso uno de los mayores retos es calibrar la «tecnología adecuada», respetando los ritmos de aprendizaje y hasta dónde quiere profundizar cada una en el manejo de estos instrumentos.

  • Analizamos ideas, emociones, soluciones.

  • Elegimos colores, palabras, imágenes.

  • Diseñamos páginas, botones, formularios:
    una arquitectura invisible para que todo funcione.

Se apagan las luces. Se abre el telón. Se proyecta ese film único, se ejecuta esa sinfonía singular.

Silencio, expectativa, aplausos.

Y la historia continúa.

¿Tu proyecto necesita salir a escena?

Cómo llegué hasta aquí:

En mi adolescencia los teléfonos móviles eran una ficción de Ray Bradbury. Hice mi primer (y último) curso de informática a los once años de edad: aprendí Basic, un programa que en la vida práctica no tenía ninguna aplicación.

Aún me duelen los ojos cuando pienso en las letras color verde fosforescente titilando sobre fondo negro y sufre mi dedo meñique con el recuerdo de la “a” de la Olivetti en que me enseñaron a escribir sin mirar el teclado.

Luego de eso siempre he sido autodidacta en materia técnica.

Cuando internet era aún una utopía decidí estudiar Comunicación Social porque era una carrera flexible.
Creo que no me equivoqué, he podido cambiar radicalmente mi rumbo profesional varias veces sin salir del amplio espectro que habilita mi título universitario.

Mi vida profesional salta por décadas:

A los 20 me estrené como redactora freelance en un periódico de papel, en Argentina.

A los 30 pasé del periodismo al diseño gráfico para poder adaptar mi trabajo a la vida de madre emigrante con lactancias prolongadas, en Estados Unidos primero y en España poco después. Tres hij@s en dos años, con mudanza intercontinental y embarazo gemelar incluidos, marcaron el ritmo. Lo demás bailó a su compás. 

A los 40 llevé mi vocación a la dimensión online con el fin de conseguir independencia económica y flexibilidad horaria. Y en esa búsqueda, propia y ajena, me encuentro (o me pierdo, según el momento).

Nada me llena más de satisfacción que ver los proyectos de otras mujeres salir a la luz.

Hacer fácil y cercano lo que en un primer momento les parecía inaccesible, es el logro del que me siento más orgullosa.

Creo en una economía donde el cuidado de otras personas (y del entorno en el que vivimos) está en el centro.

Trabajo con emprendedoras porque estoy convencida de que nuestro trabajo es el motor multiplicador para lograr ese nuevo modelo.

 

A los 50, quién sabe cómo escribiré este “sobre mí”, cómo definiré mi labor de comunicadora.
Y a los 60 y más allá espero coincidir con Doris Lessing (en su visión, aunque un Nobel no lo rechazaría). 
La vida tiene muchas sorpresas y cada edad me ha parecido más interesante que la anterior.

 

«Si yo hubiera escrito un relato sobre mí a los veinte años, habría sido un documento beligerante y combativo. A los treinta, confiado y optimista. A los cuarenta, repleto de culpas y justificaciones. A los cincuenta, confuso e inseguro. Pero a los sesenta y más allá, aparece algo nuevo: comienzas a ver tu primer yo a una gran distancia. Has recibido ese gran regalo que da hacerse mayor: objetividad, impersonalidad.»

 Doris Lessing (premio Nobel de Literatura,1919- 2013), en su Autobiografía.

Las fotos son de Anna Bordonada. No ha sido fácil para mí decidirme a hacer una sesión profesional, varios años después de tener la web lista.

Tampoco era sencillo elegir un color, ni un entorno.

Me decidí por el blanco, porque siento que mi trabajo es ofrecer una hoja en blanco en que cada persona que acompaño pueda poner sus propios colores.

La sesión la hicimos en una biblioteca de Girona que me gusta mucho. Estar entre libros para mí es como estar entre amigas, me siento muy cómoda.

También quería que los objetos que me acompañasen fuesen analógicos, en mi trabajo me gusta mucho usar el papel aunque el resultado final casi siempre se plasme en algo digital.

Mis sensaciones previas me han llevado a escribir esta carta a Anna… «Retratos posibles o la utopía de la foto perfecta».

Estoy muy contenta con el resultado, me siento bien reflejada.

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