Orden Mágico, Caos Creativo, Vacío Fértil
Querida Xènia
¿Tienes aún el libro de Marie Kondo o siguiendo su consejo te deshiciste de él en alguna de tus mudanzas? Lo tomaste en tus manos, lo sentiste unos segundos y dijiste “esto no me hace feliz”.
Hace unos días estuve escuchando la segunda parte, en audiolibro, de esta gurú absoluta del orden. También he mirado algunos capítulos de Netflix, una especie de reality show donde revuelve los cajones y los sentimientos de gente más o menos caótica.
Antes de partir a nuestro encuentro de Sant Joan, y con la excusa de preparar mi maleta, logré guardar la ropa de verano verticalmente en cajas de zapatos. Intento dar el ejemplo en casa.
Mis melliz@s son el día y la noche, también en este aspecto. Ella acumula lánguidamente montañas de ropa por su habitación. A él lo encuentro un día ordenando las alacenas de la cocina, otro atacando un rincón de “komoro” (esas cosas inclasificables según la Kondo). Estudia japonés y quizá la cultura nipona se ha extendido en él hasta esos límites. Juro que no tuve nada que ver.
Son mi laboratorio para demostrar que la genética tiene mucho más influencia que la educación y me dejan la conciencia muy tranquila. Haga lo que haga, ellos actuarán como le salga de los genes. La mitad de los 46 ni siquiera son míos.
Para qué ponerme a gritarles que junten sus calcetines de la escalera. Encima me mandarán a releer el libro de Comunicación no Violenta con que tanto los taladré hace un par de veranos.
Todo lo que les lea puede ser usado en mi contra.
Cada tanto alguien reúne con suerte una serie de prácticas de toda la vida, la sazona con algo propio y lo llama método. El de ella se llama KonMari. Yo había leído gran parte de lo que pregona en un librito que tiene varios años y se llama “simplifica tu vida”. También tiene mucho del movimiento Slow y del Minimalismo.
Etiquetas y modas aparte, la propuesta me parece muy necesaria y aplicable a la comunicación.
Podría crear un método y, girando y hachando mi nombre de chico italiano, llamarlo SecAn. No suena muy comercial, pero nunca se sabe.
En vez de poner toda la ropa en una pila para saber cuánto acumulas, podrías poner redes sociales, contactos, suscripciones a boletines varios, apps del móvil, avisos emergentes…. en una montaña imaginaria.
Te sorprendería la cantidad de basura comunicacional que juntas y el estrés que te produce, como un ruido de fondo que solo cuando se apaga lo percibes.
Por ejemplo tu lista de contactos, que probablemente sincronices desde tu email a tu móvil.
Tomas uno por uno con conciencia y te preguntas: “¿este contacto me da felicidad?”.
Si es un ex novio o una ex clienta que te producen indiferencia o disgusto, le dices “gracias” y lo envías a la papelera de reciclaje.
Marie usa cajas, cajitas y cajones para ordenar. Y sobre todo va por temas… primero la ropa, después los papeles, después el famoso komoro.
Siguiendo a SecAn podríamos hacer así con las suscripciones a newsletters, archivos del ordenador. Haces clic en “darme de baja” o cualquier otra acción equivalente a la limpieza o las pones en carpetas con nombres que tengan algún sentido (lo importantes es poder encontrarlo después).
¿Qué te parece? ¿Podría llegar a ser bestseller y tener mi propio show en Netflix?
Hace más de siete años sentí imprescindible tu propuesta de caminata con poesía. La frase del cartel me invitó y así comenzamos nuestra larga y fértil colaboración y amistad:
“Solo del vacío puede nacer algo nuevo”
Nos vemos esta tarde, en la puesta de sol frente al mar con Qi Gong, nuestra cita infaltable para celebrar el verano. La propuesta de ver el amanecer me cuesta un poco más, pero al final siempre lo logro.
Un abrazo, lleno y desordenado.
Andrea