Ingresos pasivos, qué risa
Querida Sophia
Es miércoles. En mi agenda es día de Mujer Cíclica y noche de cine en pareja.
Nos embarcamos en un proyecto nuevo. De nuevo. El curso online Mujer Medicina.
Acabo de sincronizar la voz de un video que se me había descuadrado y tu boca se movía a destiempo. Pregunto a Imma y Carlota, vía whatsapp, cómo ven la portada para el grupo de Facebook. Les paso el link del canva.
A mis espaldas tengo el póster de post-its que hemos seguido (casi) rigurosamente con los tiempos de este lanzamiento. Muy digitales, pero nos es imprescindible el garabato a mano, la materialidad del papel para acabar de plasmar los proyectos.
Recuerdo el primer curso online, cuando nos adentramos en terreno desconocido para las dos.
Ahora, cinco años después ya no lo es tanto. Ni somos solo tú y yo. Equipo y experiencia. Algo que lo hace más simple y a la vez mucho más complejo.
Por entonces nos aventuramos con las cuatro lunas. Acabábamos, por ejemplo, grabando audios a las tres de la mañana. Tú sentada en el suelo, la ventana abierta invitando al aire de la madrugada empordanesa, concentrada en la lectura. Yo mirando las líneas del programa de grabación, aprendiendo a usar otro gadget tecnológico.
Las dos con copas de vino, que estaban lejos de ser las primeras de la noche. Repitiendo el proceso si explotaba la risa en medio de la grabación. Sospecho que algo de etílico había en el efecto.
Lo de ser vecinas y madres part-time borraba algunos límites de la lógica productiva.
Sudando para enviar el email que correspondía al mismo día del curso. Preventa salvaje, método que ha demostrado ser el más efectivo hasta la fecha.
Escribiendo, llorando, programando, riendo, diseñando.
Emocional, racional, laboral, personal, todo mezclado en una única realidad.
Casi parece increíble que unas dos mil mujeres hayan hecho su propio viaje a las profundidades de lo femenino guiadas por la mano de esos textos que escribiste con convicción y esfuerzo. No porque te cuesten las ideas ni las palabras, sino que parir los materiales finales requiere una disciplina gigantesca.
Dejar todo lo demás en segundo plano mientras tanto. Todo lo demás.
¿Sabrán, entenderán, ellas, cuando recorren esas páginas en pantalla o papel lo que hay detrás?
Días inspirados y alegres. Días en los que se ve todo negro. Días en que vuelan mil frases. Dias en que se avanzan dos párrafos y se borran cinco.
Qué broma eso de los ingresos pasivos.
Solo es otra forma de ganarse la vida no una fórmula mágica. Sumar las posibilidades digitales que mutan todo el rato y los conocimientos antiguos, rescatados, masticados, practicados por nuestras ancestras. Restar horas al sueño, multiplicar las del trabajo. Ajustar piezas detrás de bambalinas para que las palabras lleguen y cambien algo en la vida de una persona.
Hay formas más sencillas y menos arriesgadas. Amenazamos con ir a trabajar de funcionarias una vez al mes, mínimo.
Hace poco iba con mi hijo mayor, que acababa de ayudarme a descargar un mueble en el espacio nuevo de trabajo y me dijo que me consideraba una buena emprendedora, que siempre me estaba reinventando.
Quizá solo por sentir el orgullo de mi hijo adolescente, vale la pena.
Nos reenviamos emails bonitos de las alumnas para darnos ánimos, para decirnos, una y otra vez que sí, que esta manera loca y sin garantías que elegimos para trabajar, tiene un sentido.
Lo único pasivo que conozco son los gastos. Puedo sentarme todo el día sin hacer nada y a fin de mes tengo un montón de facturas para pagar.
Cierro las diez pestañas que tengo abiertas en mi pantalla. Callo de golpe al piano que me prometía concentración desde el spotify.
Salgo rumbo al cine. Hoy una película en versión original. Qué alivio, detesto los doblajes. Propongo que se reconviertan todos esos artistas de voz a lectores y lectoras de audiolibros, que para eso son excelentes.
Un abrazo
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