F.R.I.E.N.D.S: emprendedoras tipo Rachel, Mónica o Phoebe
Querida Inés
Empezaron ayer las clases con el típico inventario de armario de días previos. Mis tres teenagers ya son más altos que yo, pero siguen creciendo: ropa y calzado quedan pequeños y cortos también este año.
Entre otras cosas, mi hija se ha comprado un jersei de color gris que solo tiene una palabra: “f.r.i.e.n.d.s”.
Ella ha visto las diez temporadas de la serie, varias veces. Dice que es su “comodín” para cuando no sabe con qué entretenerse. A veces la miramos juntas y nos reímos como si fuese la primera vez.
Es notable cómo la saga ha logrado un humor que trasciende generaciones. La ropa, los peinados, la decoración, se ven muy “noventosos” pero los diálogos no han envejecido.
Yo vi un par de temporadas en directo cuando vivía en Miami, y el capítulo de Rachel dando a luz coincidió con la etapa final de mi primer embarazo en 2002.
Pero hay algo que hace que mi empatía vaya hacia ella, más allá de coincidir su maternidad de ficción con la mía de hechos reales.
En una de esas conexiones sinápticas aleatorias que típicamente tengo bajo la ducha pensé que, simplificando al extremo, las tres amigas representan arquetipos de emprendedoras según cómo nos relacionamos con la idea del éxito o el fracaso.
Mónica es una profesional perfeccionista, obsesiva del orden y lleva muy mal cualquier cambio de planes.
Rachel es camarera a falta de una vocación fija, mete la pata todo el tiempo, a menudo es egocéntrica.
Phoebe es algo entre artista y terapeuta, ingenua e impulsiva, parece vivir en una dimensión propia.
Tras este boceto rápido, las tres son vulnerables y complejas. La relación que cada una tiene con la maternidad, con las parejas o con sus familias darían para extensos tratados.
¿Cómo serían unos arquetipos de emprendedoras según estos tres modelos?
Según mi teoría descabellada (sin ninguna prueba científica y rebatible al cien por ciento) no somos ninguna de ellas todo el tiempo, sino que se trata de fases que atravesamos según el momento.
La emprendedora «Mónica»: se pone expectativas muy altas, quiere hacer todo según un modelo ideal, se frustra muy fácilmente. Nuestra adulta interior. Al exigirse el éxito, fracasa.
La emprendedora «Rachel»: tiene bajas expectativas, no cree demasiado en sí misma y todo le sale mejor de lo esperado. Nuestra adolescente interior. Al aceptar el fracaso, tiene éxito.
La emprendedora «Phoebe»: no tiene expectativas, fluye, se sorprende. Nuestra niña interior. El fracaso y el éxito son relativos, caras de la misma moneda.
He empezado bastante Mónica el día, con una lista de tareas ambiciosa. Mi Rachel ha aparecido en mitad de la mañana y acabo esta parte del viernes muy Phoebe. Enviar este email varias horas después de lo planificado me lo tomo con mucha relatividad zen.
¿A vos cuál te simpatiza más?
Un abrazo