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La insoportable levedad del like

Comunicación. “Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno; ¡lo igual no duele!”.

Narcisismo. Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el mundo”. El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y sin ese otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. El narcisismo habría llegado también a la que debería ser una panacea, el arte: “Ha degenerado en narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, es ya víctima del sistema; si fuera ajeno al mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.

Ahora bien, el núcleo del pensamiento de Byung-Chul Han es la negatividad. ¿Pero de qué negatividad se trata? Esta es una pregunta que conviene analizar despacio. En principio, al observar una cultura de escala planetaria cuyos mayores horizontes económicos, políticos, sociales y también sexuales se proyectan hacia la potencia de internet, lo que Han afirma es que, en realidad, hoy desarrollamos nuestras vidas sobre pantallas cuyo máximo sentido está en la aprobación vacía del «Me gusta» (tal como aparece en Facebook, pero también en los «corazones» que se intercambian en Instagram, Twitter y otras redes sociales semejantes).

En ese contexto, la negatividad, que en su versión más simple podría imaginarse como la imposible oportunidad de presionar el botón de «No me gusta», representa no solo la opción de decir «no», sino la opción de «oponerse» a lo dado, de manera tal que sea posible alcanzar una conciencia más reflexiva acerca de lo que somos, pensamos y hacemos. ¿Acaso no deberíamos ser capaces de confrontar lo que «no nos gusta» para entender lo que realmente «nos gusta»?

A su modo, con esta interrogante Byung-Chul Han repite bajo la lógica digital del siglo XXI lo que el gran filósofo alemán G. W. F. Hegel afirmó en el siglo XIX: es absoluto el espíritu que reconoce la negatividad del otro. «Donde reina lo puramente positivo, el exceso de positividad, no hay ningún espíritu», escribe Han en La agonía del Eros. Por lo tanto, donde no puede haber un espíritu, donde lo positivo no puede contrastarse con lo negativo, no hay oportunidad para el entendimiento. Con este eje como centro de su obra, entonces, lo que Han lleva adelante en cada uno de sus libros es la tarea de discutir desde la sospecha filosófica de qué manera la ausencia e incluso la estigmatización de la negatividad —a la que el discurso de la corrección política nos ayuda a percibir como inoportuna, agresiva, cínica y hasta violenta— hunde nuestras vidas en un sistema de aspiraciones y rendimientos dentro del cual terminamos incapacitados para entender a los otros y para entendernos a nosotros mismos. «La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad», escribe Han en La sociedad del cansancio.

 

 

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